24 mayo, 2011

Cuando Frin era pequeño pasó una época en la que tuvo miedo de que llovieran meteoritos. Nunca había visto uno y, cuando en la tele pasaron un documental, se decepcionó: al fin y al cabo eso era una piedra cualquiera, que habrá caído del cielo, pero una piedra común y corriente. Ni modo de explicarle que eso, precisamente, era un meteorito. Su miedo era que cayeran muchos, correr sin refugio. Ni la casa, ni papá, ni mamá, y que el cielo no fuera aquella cosa celeste, quieta, segura. A lo que Frin temía era a que de repente ocurriera algo que rompiera todo, y que fuera inexplicable. Un miedo probablemente nacido de las súbitas peleas en casa, que irrumpían de manera inesperada. el cielo, el hogar, es decir: los papás, de pronto eran una lluvia de meteoritos. Todo quedaba lleno de monstruos escondidos, acontecimientos que no tenían explicación y arrasaban como un huracán, como un golpe de estado, en un país. Te despertás una mañana y hay música militar en todas las radios. No en una sí, y en otra no: en todas. Dan ganas de salir corriendo y ponerse a salvo, pero no hay hacia donde correr.


Lo bueno de Frin, es que siempre que lo abras va a tener algo hermoso que contarte, hermoso y que va a ser la verdad.